A través de la ventana, la niña observa el mundo, pero su mirada no está en el presente. Sus grandes ojos reflejan la ausencia, el recuerdo de alguien que ya no está, pero que vive en su memoria cada día. La luz fría del exterior contrasta con la calidez apagada del interior, como si la vida siguiera afuera, mientras dentro todo se ha detenido. La ventana es su frontera entre lo real y lo que solo ella ve: instantes, voces, momentos que se resisten a desvanecerse. En cada amanecer y en cada anochecer, su recuerdo persiste, grabado en los rincones de su corazón.